Un murciélago revoloteaba sobre el inmenso Reino de la Noche. Volaba deprisa, pero decidido. Había sobrevolado miles de leguas para llegar a su destino: la Mansión Egoísta. Se coló por unas de las ventanas del piso superior y se adentró revoloteando en la silenciosa estancia. Acto seguido, se posó sobre el hombro de una figura humana que se encontraba meditando en la posición del loto. Era la figura de un joven de cabellos oscuros y expresión serena. Alto, esbelto y con un gran porte. El murciélago, ansioso por complacer a su maestro, le susurró al oído las buena nueva:

Amy Lackless había regresado a Aressher.



Abrí los ojos tras oír a mi murciélago. La maestra finalmente había regresado. Era algo que todo el mundo sabía que ocurriría más tarde o más temprano. Me levanté con total tranquilidad y abandoné la estancia, tras lo cual comencé a bajar por unas escaleras que me conducirían al vestíbulo.

Durante los últimos nueve meses he estado acumulando el poder que se hallaba tras estas paredes, aprendiendo de todos y cada uno de los libros que había ahí guardados. Me vuelto mucho más poderoso, ero aún con todo, no es suficiente. Si de verdad quiero recorrer la verdadera senda del Dios, y llevar a cabo mi tan ansiada venganza, debo hacerme mucho más fuerte. Por eso voy a regresar junto a mi maestra y aprender directamente de la posiblemente más poderosa de todos los nigromantes. Sólo con ese título podré gozar del poder necesario para matar a Xehanorth.

Sin más dilación, abrí de par en par las puertas de la Mansión Egoísta. Salí al exterior y pronuncié las palabras mágicas:


Una nube de oscuridad me envolvió por completo, y entonces alcé el vuelo. Al hacerlo, todos los murciélagos que había posados sobre los árboles de las cercanías levantaron el vuelo a mi lado. Y junto a ellos, me dirigí raudo hacia la Fortaleza de Aressher, para regresar al lado de Amy Lackless