Por fin el bosque me dio a un camino. Después de un día siguiéndolo me llevó a una ciudad. La gente iva de aquí para allá siguiendo con sus felices vidas, como yo predije hace un día.

Atravesé la ciudad. Supe dónde estaba cuando comencé a escuchar las gaviotas y a los marineros gruñir alegremente. Una oportunidad se me presentaba. Nada me ataba a Garnalia, mi última atadura acababa de morir. Por mi cabeza se paseaban recuerdos de cuando mi padre me llevaba al puerto y yo, inocentemente, soñaba con viajar en barco por el azul mar, siendo libre. Siempre quiso ser libre, pero nunca gracias a la muerte de su padre.

Los marineros cargaban y descargaban mercancías en sus galardonados barcos. Bueno, unos barcos eran galardonados y llenos de lujos, dignos de un noble, y otros era parecidos a los barcos de piratas.

La libertad asomaba por mi ojos que todavía mantenían la humedad de mis largos ratos recordando tiempos felices. Tiempos donde la única preocupación sería pasar el tiempo de trabajo de su padre lo más rápido posible para poder verlo de nuevo.

Mi cara esbozó una ligera sonrisa al pensar el mundo de posibilidades que se estaba abriendo ante sus ojos: podría hacerme pirata y vivir de la vida, no muy lujosa, que ofrecía el mar, o podía irme a otro continente y conocer mundo a la vez que empezaba una nueva vida. Nueva era un término poco apropiado ya que la única personna que me conocía era mi padre. Ahora me daba cuenta de toas las cosas que me había perdido teniendo una bonita infancia. No tenía amigos. Mientras yo sobrevivía en una excursión perdido en el bosque, los niños del pueblo se divertían robando cosas sin importancia en el mercado. En ese momento no sabía que modo de vida escoger si hubiera tenido la oportunidad.

Derrepente vi un hombre destripando pescado.Mi primer instinto era ni acercarme, ya que el olor a pescado me daba náuseas. Pero luego recapacité y me di cuenta de que si no empezaba a entablar conversaciones con personas pasaría el resto de mi vida solo.Me acerqué todo lo que pude al lugar donde el chico destripaba pescado. Llegué a un punto donde comenzaban a darme náuseas, entonces supe que había llegado a mi distancia límite.

-Bueno días- dije mostrando mi más alegrada sonrisa. Uno de mis principios me enseñó que un día malo podría entristecer el día de otro sinó mostraba mi mejores sonrisas en momentos malos.- Me llamo Scott.

Vi que le hombre no podía quitarle el ojo a una calavera que acababa de desenbarcar. De todos los navíos que por allí pasaban ese era sin duda el más espectacular de todos.

El hombre me indicó dónde podía conseguir pescado. Eso era lo último que quería, pescado, era mi enemigo desde tiempos inmemoriables.

-No, gracias, no quiero conseguir pescado. Verás hace unos días me sucedió algo muy trágico y solo quería distraerme un poco entablando conversación con alguien.- dije con toda la sinceridad del mundo. Desde la muerte de mi padre no había tenido contacto con ningún ser vivo, a excepción de los bichos del bosque. Aunque cuando él vivía tampoco tenía contacto con las personas del pueblo, él siempre me decía: Hijo, tienes que alejarte todo lo posible de la raza humana, por que ellos son los culpables de tanta maldad.

-Solo venia a conocer gente.- dije despues de unos minutos- y a soñar con ser pirata

Noté un tono de desilusión en la voz de aquel hombre. Siempre había soñado con el mar, al igual que yo. Derrepente una ilusión se forjó rápidamente en mi. ¿Y si formábamos una banda pirata? Como ya dije antes nada me ataba a ningún lugar así que podía hacer lo que me diera la gana. Se lo ofrecí, pero sin esperanzas de convencerlo, se veía muy desilusionado y formar una banda pirata debía ser muy difícil.

-Por tu tono de voz deduzco que te has llevado varias desilusiones. No te desanimes. Se nota que odias el oficio que estás ejerciendo ahora, formemos una banda pirata robemos aquel majestuoso barco y surquemos los mares. Sé que al principio será duro pero si no desistimos puede que tengamos nuestras recompensas. A mi nada me ata a tierra y ¿a ti?- dije con un aire alentador.

Volví a mirar el gran barco sobre el que estaban reposando mis ilusiones. Era grandioso.

-Si no quieres robar tal barco podemos conseguir uno más pobre, y poco a poco forjaremos una banda- dije- y una amistad- susurré para mis adentros al acordarme de que no tenía a nadie con quién compartir mi vida.

Tal vez tuviera razón. Conociendo al Scott de antes hubiera hecho caso sumisamente de las advertencias del hombre. Claro que sabía que robar un barco así era imposible, un barco de tal calidad está claro que no va a tener una vigilancia tan escasa como para poder robarlo un hombre desilusionado y un recién huérfano.

-Intentémoslo. Por lo menos yo no tengo nada que me ate a tierra firme. Si conseguimos robar el barco podremos cumplir tu sueño y yo vivir una vida que ahora me parece más que apetecible. Si no lo conseguimos saltaremos a la huida, un poco de adrenalina no me vendrá mal. Desde que murió mi padre me estoy dando cuenta de que he etsado como durmiendo tod mi vida, quiero despertar, haciendo locuras.- volví a llenar mis palabras con aliento.

-Tú dime ¿prefieres quedarte aquí destripando pescado a la par que piensas qué hubiera pasado si lo hubieramos intentado? Igual conseguimos cumplir tu sueño. Entonces te aseguro que no te arrepentirás de haber hecho caso al primer loco que te dio conversación - pregunté intentando hacer reflexionar al hombre, y bromeando un poco.

El destripador de peces se dio a conocer como William. Ademas me pidio dos dias de pura meditacion. Al parecer mi persistencia estaba dando sus frutos, pero aun tenian que madurar.

Cierto era que desde que habia ''depertado'' no queria perder ni un segundo sin hacer algo que mereciera la pena, pero vista la situacion, esos dos dias merecerian la pena.

-Tranquilo,medita mi propuesta. En dos dias me pasare por aqui. Mientras estare ''viviendo'' la vida- dije. En ese momento se me ocurrieron mil formas de pasar esos dias, pero todas incluian ir en contra de la ley. Asi que me decante por conocer la ciudad de Puerto Agnolia.

Me despedide William dejandolo con un gran dilema que pensar y el odiado olor a tripas de pescado.