Ve a los bosques de Garnalia Centro, solo y con la mejor de tus armas.

Camina yendo siempre por las zonas oscuras.

Entonces llegarás al lugar donde te espero.

Me desperté con esa voz en la cabeza, sin embargo, como seguidor del Dios que soy, los mensajes inquietantes normalmente suelen tener un final "feliz", o quizás no...
Seguí las indicaciones que me dijo aquella voz cavernosa y oscura, y llegué a un lugar tenebroso, donde las tinieblas lo habitaban todo. "Siempre por las zonas oscuras" rezaba el mensaje, había caminado ya tanto por la oscuridad que parecía que mi ser se iba a fundir con la noche o las sombras, porque en ese lugar parecía no pasar el tiempo.
Era un Templo, había leído algo de él en algunos textos de la biblioteca, pero eran textos ambiguos que solo mostraban alguna que otra leyenda, decían que nadie volvía vivo de allí. El Templo de las Tinieblas. Existían escritos con mayor información, pero Tahros había vedado la entrada bajo fuertes cerrojos mágicos, nadie podía entrar a la zona restringida de la biblioteca, no deja entrar a nadie ahí, no entra ni él mismo...
Encontré una lápida, en ella recaban mi nombre, mi fecha de nacimiento, y la fecha actual.
Por primera vez en mi vida, el miedo comenzó a aflorar en mi interior, pero reprimí el sentimiento desenfundando a Namang, Gurthang, Sentencia, tenía muchos nombres, como yo...
Entonces hice algo que quizás sorprendiese a algunos, fruto de mi humor negro.
Sonreí, puse mi cara en pose solemne, inqué una rodilla en el suelo, y me arrodillé frente a mi lápida.
-Oh, Dios de la maldad y la oscuridad, te confío el alma de este fiel devoto que hoy deja el mundo mortal para, quizás acudir a donde las almas descansen, o a tu reino, a continuar sirviéndote. Oh, Dios del caos, cuida del alma del Juez de la Muerte.

Apareció un caballo negro como la noche portando a un Jinete aún más oscuro que él.
El aura que desprendía el jinete no era normal, era un aura oscura, la más oscura de las que existen, ni siquiera mi ser ni el de el mismísimo Tahros, Riak o Amy, era el Dios.
De una manera u otra, lo supe.
Entonces, una pala de hierro, herrumbrosa, apareció en la tierra, junto a la lápida. El sujeto dijo:
—Cava —con una voz más profunda que el mayor de los abismos.
Agaché mi cabeza, cogí la pala y cavé.
Mi cuerpo no sudaba, estaba en la oscuridad, mi dominio, no podía cansarme.
El Jinete no me dijo cuando parar, aso que supuse que lo debía hacer de mi tamaño.
El Dios me iba a matar, o a enterrarme vivo, de todas formas, el resultado sería el mismo. Sin embargo, no tendría por qué ser ese el fin del pozo que estaba cavando. Pero lo sabía, era ese. Como devoto y fiel del Dios, lo haría.
Cuando terminé, me giré hacia él, mirándole a donde deberían estar sus ojos.
-Por lo visto, hoy el mundo se despedirá de Dam Gurth.

—Entra en esa fosa, toma tu espada y mátate —fue mi siguiente orden, clara y contundente.
Obedeciendo sus órdenes, entré en la fosa de un salto. Me tumbé en ella, y sujetando a Namang sobre mi corazón, dije:
-Seré el Juez de la Muerte, sin embargo el Dios tiene mi alma, y él ha decidido por el alma del Juez. Dam Gurth, te has enfrentado al Juicio de la Muerte. Has sido juzgado, ahora, que tu alma abandone este mundo-no tenía miedo, el Dios tenía mi alma, el Dios cuidaba de mí.- Dios del mal, llevate el alma de éste mortal que confía su vida y su ser a tí.
Clavé la espada en mi corazón, notando como Namang hacía que mi vida escapase al igual que lo hizo con tantas otras.
Tiene gracia...:
-El juez ha sido juzgado. -esas fueron mis últimas palabras.
Fin del juego...juego, juicio, se parecen, quizás toda mi vida ha sido un simple juego. Disfruté con él. Mi sangre llenó la zanja, y mi vida la abandonó...

Mi alma dió un respingo(si las almas pudiesen hacerlo) ante una voz que sonó en su interior.
El dios me llamaba, y lo hacía de la misma forma que la primera vez que me uní a él:
"-Levántate chaval, es hora de matar"...
Mi fantasma se levantó de donde se encontraba, si es que los fantasmas se pueden levantar y se encuentran en lugares materiales...
Eché mi mano a la vaina de mi espada, y ahí se encontraba, como una vieja amiga, Namang, desde el punto de vista fantasmal, podía apreciarse el alma de la espada, había muerto al matar a su portador, y su alma no regresaría al mundo hasta que un nuevo Juez de la Muerte llegase al mundo...o volviese.
Me elevé hasta el lugar en el que se encontraba el dios. Desde el punto de vista sobrenatural, su alma cobraba aún mayor poder y oscuridad, sentía que si me acercaba demasiado, mi alma sería consumida. Sin embargo desprendía tal poder...un poder que deseaba para mí...-"contrólate"-dijo mi mente racional, una vez más, gracias.
Intenté hablar pero de mi boca no salió ningún sonido, mis cuerdas vocales no existían, entonces, hablé con la mente, esparciendo mis pensamientos de dentro hacia fuera, y conseguí lo que me propuse:
"-Saludos, Dios, si no es importuno, siento curiosidad por saber...La razón por la cual me pidió que me suicidase, y por qué razón ha venido su divinidad a visitar el alma de un pobre mortal?. Espero que no sea descortés por mi parte, sin embargo, la descortesía es algo a lo que yo mismo enseño...enseñaba-me corregí-, y la curiosidad, búsqueda del saber, el saber es poder, y sus devotos es lo que perseguimos...

"—La cortesía es para los perros de la Diosa —dijo la voz del mal, con desprecio—. Mis lobos prefieren ir directamente a lo que interesa, ¿no es así? Sí, tú eres uno de los míos... o eso es lo que parece."-
Sonreí.
-Tiene toda la razón. He pasado tanto tiempo finjiendo ser diplomático o buena persona, que a veces olvido quien soy realmente. Y si a su deidad le parece que soy de los suyos, en ese caso, puedo morir tranquilo...oh, espera, ya lo estoy-sonreí ante mi humor negro.
Me acerqué al espejo tal y como me indicó. Mi alma se vió reflejada en él, de repente, me sentí desnudo.
Ví en el espejo toda mi vida, desde cuando fui un niño asustado, recibiendo el mensaje del dios, confesándole mis principales deseos de justicia, mis conversaciones con las chicas, mis estudios en Aressher, mi nombramiento como maestro, mis estudios de magia oscura, mis misiones con Santiago y Raud, mis innumerables sacrificios al dios, y por último, mi muerte...Al mismo tiempo, se veía mi aura oscura, débil comparada con la de otras personas que conocía, aún así podía notarse la corrupción de esta. En este cúmulo de imágenes, también se veía, fundida con mi imagen, la imagen del lobo oscuro que habita en mi interior.
El Dios tocó mi alma, y él también la exploró, mientras yo sentía el increible poder oscuro que había en su ser. Él exploró mis miedos, a perder a la familia que me había forjado, le cogía cierto cariño a mis alumnos, deseaba que fuesen poderosos, temía perderlos...pero también temía que su poder superase al mío. Conoció mis sueños de convertirme en un poderoso Caballero de las Tinieblas.
-Señor...lo que veo es lo que ves en mí. Mis temores, sueños, ambiciones, historia, todo,... que hoy ha dado a su fin.-volví a mirar al espejo, ahora con él tocándome, entonces, mis pupilas fantasmales se dilataron ante una imagen que se vió reflejada: no se veía al dios en el espejo, en su lugar, junto a mi fantasma, estaba una versión más poderosa de mí, era yo, convertido en Caballero de las Tinieblas, una versión perfecta, mejorada de mí. Me seguí concentrando en el espejo, y ví a esa vesión mejorada de mí en combates y guerras, matando por simple diversión, en su cara no se representaba ningún sentimiento, Gurthang, Sentencia, Namang, fuese cual fuese su nombre, mataba por doquier; entonces crecieron unas alas más negras y más perfectas que las mias en la espalda del Guerrero, que se alzó en el cielo, y se giró para mirarme...Aparté la mirada del espejo y giré mi cabeza hacia el Dios, con un interrogante en mi mirada...

Al fín.
Mi cuerpo se reconstruyó, pero ya no era Dam Gurth, era otra persona, no, no era una persona. Ahora era casi un dios, esta vez sí.
Me sentía poderoso e invencible, ahora podía hacerlo todo, incluso luchar con un arco sin ensartar a mis compañeros, el Dios me había dado poder, me había dado saber, me había dado la vida, me lo había dado todo.
Cogí a Gurthang con mi mano derecha, podía notarse que había sido poseida por el Dios, lo notaba en todo mi ser, en todo su ser. Y de alguna forma u otra, ahora el Dios se encontraba en mí. Cogí a Gurthang, abrí los ojos por primera vez en esta vida y la miré. Alcé la mirada, y observé el Templo.
-Diles que el Ángel de la Noche camina...diles que su Justicia ha llegado. -hice una pausa y miré hacia donde ahora se encontraba una imagen de Aressher. Miré mi reflejo en el suelo, entonces, aprecié que mis ojos eran negros completamente, sin iris. Entonces, apareció un iris morado, que se fue dispersando en mis dos ojos: azul y rojo. Me encaminé hacia la imagen:-Soy el Ángel de la Noche...el único hombre al que deberíais temer.
Y así, yo, Dam Gurth, volví al mundo mortal, un mundo insignificante comparado con lo que había visto.
Se había ido un verdugo y ha llegado El Verdugo.