Karannes. Un pequeño costero usado habitualmente por la Inquisición como punto de reabastecimiento. Cuando llegamos amparados por la oscuridad de la noche casi todos los habitantes estaban en la plaza que había al final del muelle. Alli se levantaban dos postes rodeados de leños a los cuales estaban atadas dos personas. Debíamos darnos prisa. El bote choco con el muelle y empezamos a desembarcar a la carrera. Las tablas crujían a nuestro paso. En la plaza había cinco inquisidores: cuatro vigilando y uno recitando los pecados de los condenados con una antorcha en la mano. Al vernos, los que vigilaban apartaron a la gente y se plantaron justo al final del muelle para impedirnos el paso en el cuello de botella. Les flanquee saltando hacia la plaza por un costado y me dirigí a por el quinto. Eran grandes guerreros, pero su especialidad eran los magos y criaturas, no guerreros experimentados de la Guardia del Dragón. Tras una corta lucha conseguí quitarle la espada, pero no pude impedir que prendiera fuego a las piras. Aprovechando que aun eran pequeñas las llamas, salte a las piras y libere a los prisioneros .A los cinco inquisidores desarmados los colocamos de rodillas frente a las piras.

-¡Pueblo de Karannes! Soy Aclaham, Sacerdote de Mantus. Estoy aquí para liberaros de las cadenas de la monarquía de Ereaten y su infame Inquisición. Opresión ejercida en nombre del Dios Falso de Ereaten. Un dios que os impide defenderos y ser libres-dije empleando un tono bien practicado en anteriores ocasiones-Matnus no permite esa clase de opresión.¡Ninguno de sus fieles son tratados mejor o peor por su nacimiento, sino por como ha llevado su propia vida! Es el Autentico Dios de la Libertad. Todo aquel que desee quitarse la venda de los ojos que se acerque.


No me sorprendió que los prisioneros fueran los primeros en acercarse. Los agarre del brazo por separado y los estreche contra mi pecho. Senti como una pequeña sombra pasaba de mi cuerpo al de ellos. Uno a uno lo fui repitiendo con bastantes personas. Las únicas excepciones las hacia con los niños y con aquellos que tenían la marca del Culto al Angel Caido. Les ordene tomar el pequeño barco de la Inquisición y les di las instrucciones necesarias para llegar a la Cueva Oscura. Entonces observe que el resto de la población había aprovechado para liberar a los inquisidores y armarse con armas rudimentarias.

-¡Sois servidores del Diablo!-grito un hombre mayor.

-Ese es un culto hermano, asi que no lo voy a negar- dije mientras retrocedía un poco y alzaba la espada.

Esto era una señal para los de la Dragona Roja, mi barco. El atronador ruido de los cañones asusto a la gente, pero no les preparo para lo que e les venia encima. Las balas de cañon impactaron en el suelo y al rebotar hicieron estragos entre sus filas. Tres de los cinco inquisidores estaban muertos.

-Chicos, necesitamos esclavos-grite a mis hombres. 

Treinta marineros entonces se lanzaron a por los aldeanos que huian como ratas y se defendían como leones cuando se veian acorralados. Yo me quede observando la escena con mis diez oficiales después de despachar a los dos inquisidores restantes. Entonces escuche un cuerno de guerra que provenía de un cerro cercano. Alli se veía un grupo de personas con armaduras rojas cargar hacia el pueblo.


-¡Maldita sea!

Recuerdo estar meditando en los jardines de la Santa Academia cuando un muchacho, que no debía tener mas de catorce inviernos, llego corriendo plantándose ante mi. Vestía el uniforme de cadete.

-Inquisidor Caesar, necesitan la ayuda de la Inquisición en la costa al oeste de Puertoblanco. Un grupo de piratas esta asaltando cada puerto que encuentran.

-Joven, estoy seguro de que hay otros inquisidores mas capacitados para esa misión.


-Me temo que no, señor. Casi todo el mundo esta atacando la escuela de magia o en la capital. Aquí solo han quedado la guarnición y su Orden. Por favor, señor. Los están masacrando.  

Tras estas palabras dirigi mi mirad al suelo, pensando. La Orden de San Yago estaba pensada para estudiar e investigar, no para combatir. Era verdad que en los entrenamientos y torneos casi nadie de la Academia podía con nosotros, pero no me hacia gracia la idea de luchar. Por otra parte, esa gente necesitaba ayuda urgente. Me levante de mi asiento y puse rumbo a mi habitación.

-Sube al campanario y golpea tres veces la campana con un martillo y luego repítelo dos veces mas dejando un margen de tres segundos entre una serie y otra.-le indique al muchacho mientras me perdía por los pasillos.

 Una hora después tenia a toda la Orden formando en el patio con la armadura de combate. Decidí elegir a diez hermanos juramentados y a cincuenta hermanos iniciados. No creí necesitar más para detener a unos simples piratas. El resto se quedaría en la Santa Academia mientras nosotros embarcábamos. Gracias a un mapa deduje cual seria uno de los objetivo de los piratas, Karannes. Era un puerto importante para la Inquisicion y , por desgracia, mal defendido. No desembarcamos en el pueblo para no despertar sospechas y acampamos en un cerro justo a las afueras del pueblo. Nadie nos vio en la oscuridad de la noche y no encendimos ninguna hoguera. Mientras el resto charlaban a mis espaldas, yo observaba el pueblo. Sabia que el ataque seria esa misma noche. No sabia como, pero era asi. Habia algo de jaleo en la plaza. Seguramente la quema de algún hombre que había tenido la mala suerte de leer un texto prohibido o caerle mal al inquisidor del lugar. Me daba rabia esos tratos a la gente, que en mi opinon solo hacia que las personas se alejaran cada vez mas de Dios y buscaran ayuda en el Diablo. Suspire al tiempo que comencé una oración por aquellas almas.  Un ruido parecido a un trueno interrumpió mis plegarias y nos puso a todos en alerta. Al fin estaban atacando el poblado. Con suma rapidez formamos una fila en la cima del cerro.


-¡Hermanos! No voy a entretenerme en dar un discurso de valor y fe. No os hace falta y tampoco hay tiempo.¡Por Dios!-grite al tiempo que corría cerro abajo seguido de mis hombres.

Alguien hizo sonar un cuerno de guerra., haciendo que los aldeanos que huían del pueblo nos miraran y vitorearan. Incluso alguno se unió portando hoces y guadañas

El mar... que bonito el mar, sí, precioso. Precioso para quien no tenga que andarse con cuidado del maldito sol. Me agobiaba, y mucho. Lo prefería mil veces de noche, pero por desgracia era de día, no había ni una nube y el sol era esplendido... o infernal, depende de como se mire. La Diosa favorecía y alababa al resto de los seres vivos con ese magnífico sol, a todos menos a mí, y a algún que otro paria, que sufría mi misma desdicha. Pero todo sea dicho, más fatigados andaban los marineros que trabajaban a mi alrededor. Desde que partí de mi tierra natal, había convivido con muchos de ellos, se podría decir que hombres de mar los hay de todo tipo, ruines o bondadosos, sabios o necios, leales o traidores, trabajadores u olgazanes... pero todos ellos coincidían en algo, y es que apestaban. Así es, emitían un olor desagradable, pues poca higiene había en los barcos humanos, y no me extrañaba, sinceramente.

Mi vestimenta constaba de una túnica azul y negra con una capucha que llevaba siempre sobre la cabeza, esto me protegía y además me ocultaba los rasgos élficos, para no llamar la atención más de lo deseado. La túnica era muy gruesa y me cubría entero. Los marineros me miraban raro, puesto que hacía bastante calor y no llegaban a comprender como podía ir así vestido. Pero por si acaso, yo llevaba también un pequeño hechizo de protección que me permitía crear un aura invisible a mi alrededor que impedía el contacto directo de los rayos solares con mi piel. Y a parte, llevaba otro hechizo de refrigeración para no asarme, porque la verdad es que sí que hacía calor.

Me encontraba con la mirada perdida en el horizonte, asomado desde la zona superior del castillo del barco, hacia la parte trasera, cuando divisaron puerto al fin. Solté un suspiro pues ya me estaba cansando del largo trayecto, quería pisar tierra firme de una vez por todas. Poco a poco nos aproximando a la costa.

En el puerto de Karannes había varias embarcaciones atracadas. En el muelle y la plaza que conectaba con este, había mucho jaleo, más de lo normal o de lo que debería, quizá. Me quedé ojeando la situación, y definitivamente junto a varios tripulantes llegué a la conclusión de que aquello no era para nada normal. Empezó el alboroto, y yo analizaba la situación desde el barco. Derrepente, se oyeron unos terribles estruendos, eran los furiosos cañones de una de las naves que había en el puerto. "Piratas", pensé al instante, pero me daban muy mala espina, no parecían piratas comunes, y me estaba dando un mal presentimiento.

Los aldeanos intentaban defenderse como podían, pero aquello era de momento una masacre más que una batalla o escaramuza.

Las manos me temblaron. Había sangre. Había maldad e injusticia. Y en medio de todo aquello no había nada que se guiara por la palabra de La Diosa. Apreté los puños y los dientes fuertemente. Sentía el impulso. Pero de pronto, y desde una colina cercana, comenzaron a bajar soldados ataviados con armaduras y portando buenas armas. Por sus maneras y estandartes, sabía que aquello no era un ejercito común de los garnalienses. No, aquello era la mismísima inquisición. Gente repulsiva para mí, no los soportaba. Pero en aquella ocasión, defendían al pueblo, y su causa estaba siendo la justa. Algo admirable, sin duda.

Sin mediar palabra alguna, hice un gesto con la mano como despedida a los marineros del barco donde iba, y me bajé de la nave. Pisé el extremo del muelle, y observé con atención. La batalla ahora estaba bastante equilibrada. Ya estaba anocheciendo, así que me relajé, y me quité el hechizo de protección contra el sol. Sentí que tenía algo de hambre, y era una buena ocasión para alimentarme, aparte de que debía luchar para proteger a los inocentes.

Javier me había citado para elegir mi propia mercancía en cierto pueblo costero.
Caudicus nos teletransportó hasta allí despues de buscar el lugar en diversos mapas a traves de un portal.
Pero el panorama al llegar era desolador, por supuesto, Javier estaba haciendo de las suyas, con lo que la destrucción asolaba cuanto pisaba.
Aparecimos en un callejón desierto, donde nadie nos veía ni pasaba.
Ví como las filas de diferentes soldados se agrupaban para el combate:
-Unos buscan apoderarse de los habitantes, otros proteger al pueblo, otros cazar a los atacantes. Creo que no es necesario que le diga cuales son cada uno, verdad, ¿señor?
-No era necesario ni que me contases sus intenciones. Estamos aquí por los esclavos, pero no atacaremos al pueblo ni lo someteremos, eso es cosa de Javier. Máscara-mi ayudante me tendió una estraña máscara que al ponérmela no es que distorsionase las facciones, sino que hacía que si no conocías a la persona olvidases su rostro tras dejar de mirarlo.-Pincel.-me tendió un pincel con tinta arcana con el que dibujé las runas Fuego y Cielo en los laterales de ambos martillos, también en la parte superior dibujé las runas del hechizo de "explosión". Cargué las runas con parte de mi energía física, lo que me hizo sentir ciertamente mareado y algo cansado, como si ya llevase unos minutos en combate, sin embargo, los enanos gozamos de unas impresionantes reservas energéticas, con lo que esto no resultaba apenas un esfuerzo.-He de proteger mi inversión-dije, simplemente. Miré hacia arriba una vez terminé mi preparación y calenté músculos, y le dije a Caudicus:-¿Cuánto tiempo aguantará la energía de la piedra portal?
-Teniendo en cuenta la distancia desde los volcanes hasta aquí y el tamaño de dos por dos metros, estimo que su duración total no superará los [7 posts]minutos, Señor.
-Ajam, está bien, intentaré darme prisa. Si ves que la energía de la piedra se está acabando, lanza una vengala al cielo apuntando unos metros a otro lugar, es para saber que he de apresurarme. Cubre el lugar para que no se vea a simple vista. Si alguien se acerca demasiado, hazle lo que quieras, aunque ya se que eres pacifista, asi que seguramente lo dejarás grogui y ya.-me encogí de hombros y el asintió.-Por cierto, mándale un mensaje mental a Javier con nuestra localización cuando termine mi intervención, creo que sabrás cuando será-él me miró con una cara que no sabía lo que significaba:-Caudicus, te recuerdo que los enanos somos unos negados en el lenguaje facial.
-Oh, cierto señor, quería decir que por supuesto.
Asentí.
Escalé por una pared valiendome de mi habilidad enana para ello, y una vez en la parte alta de la casa, podía ver que el combate se desarrollaba a unos metros de mí.
Me acerqué hasta las filas de Javier al cual saludé con la cabeza.
Miré hacia las filas inquisidoras.
"He de proteger mi inversión"
Agarré los martillos, las runas brillaron, y los lancé con fuerza hacia los monjes
Impactaron en las filas enemigas rajando el suelo, abriendo grietas y levantando rocas, envueltos en fuego como unos meteoritos y descargando rayos, para finalmente, explotar cuando su trayectoria finalizó.
Esperé unos segundos y los martillos volvieron a su funda.
Los saqué y observé la destrucción causada, había producido dos brechas en las filas enemigas dejando un cono central y luego los soldados a los laterales.
Me sentía algo exhausto tras haber realizado esos "hechizos" tan de repente, miré mis martillos, la tinta de las runas y las runas ya no existían, puesto que eran de un único uso.
Me acerqué a Javier y le dije:
-Caudicus ya debería haberle dicho dónde nos encontramos, ven a visitarnos cuando esto termine, tenemos que preguntarte unas cosas yo me quedo aquí, necesito algo de acción.
Hice girar mis martillos y los guardé:
-Pero necesito un pequeño respiro.-suspiré y comencé a calentar músculos.
NOTA: el callejón está tapado con una tela gigante que difumina la imagen y hace que parezca que es una parez continuante a la calle, en lugar de un callejón.

La Puta Inquisicion. Sabia que si atacaba varios puertos de Garnalia del Centro algún ejercito me saldría al paso, pero a ellos no los esperaba. Di instrucciones a los Dragones de formar una linea y mientras la formábamos apareció Ykeon. Me había parecido oír antes en mi cabeza, pero estaba algo ocupado. Le vi lanzar sus martillos a los recién aparecidos inquisidores, posiblemente matando a algunos de ellos.

-Espero que te diviertas, Ykeon- le dije cuando le oí que quería acción. En ese momento vi una figura extraña aparecer en el muelle. Gracias a mi condición de sacerdote me permitía ver su aura de mago consagrado-Por lo que veo tendrás diversión de sobra en el muelle


Entonces me volvi hacia las filas inquisitoriales. Milagrosamente apenas habían sufrido bajas. Once hombres con armadura roja, medio centenar con armadura blanca y un numero indeterminado de aldeanos. Los dos últimos grupos corrieron a las calles aledañas a luchar contra mis marineros, quedándonos los que parecíamos los jefes en la plaza. Once contra once. Hoy podia quedar demostrado que escuela era la mejor: Guardiadragones del Mar o la Sana Academia. Alce mi espada hacia el que parecia el líder a modo de desafió

Me llamo Aclaham, sacerdote de Mantus y Graduado en Guardiadragones del Mar. Os desafio por mi dios y mi escuela a un combate singular justo.

Estas palabras detuvieron el avance de los inquisidores, que se volvieron hacia su líder. Este miro a un lado y al otro asintiendo. Mientras los diez de los inquisidores alzaban sus espadas frente a su cara en posición de ceremonia, mis Dragones hicieron lo mismo apoyando la espada en el suelo. Ambos avanzamos hacia el centro, animados por los golpes en el suelo que daban nuestros compañeros.

El pueblo estaba en llamas y los cadáveres decoraban sus calles. Una autentica carnicería. Nos dirigimos a la plaza principal por las estrechas calles. Allí yacían los cadáveres destrozados de inquisidores y aldeanos. No tuvimos tiempo para compadecernos de ellos, pues dos martillos envueltos en llamas se dirigian hacia nosotros.

-¡Al suelo!-grite al tiempo que me tiraba al suelo.

Los hermanos juramentados actuaron con rapidez, pero los iniciados y aldeanos fueron mas lentos y sufrieron bajas. Volví a incorporarme y al ver a la mayor parte de los piratas por las calles que rodeaban la ciudad, saqueándola, indique a los iniciados y aldeanos supervivientes que fueran tras ellos. Enfrente nuestra teníamos a diez piratas bien vestidos con armaduras ligeras y a uno con una chaqueta de cuero. Seguramente se trataba e la oficialidad. Entonces el de la chaqueta de cuero me desafió a un duelo por el honor de nuestro respectivo dios y nuestra escuela. La escuela de Guardiadragones era buena, pero se especializaba en la lucha contra dragones, al igual que la Santa Academia se centraba en magos y criaturas mágicas. Sentí como todas las miradas se dirigían a mi, esperando mi respuesta. Tras indicar a mis hermanos que aceptaba el desafió, avance hacia el centro de la plaza a su encuentro. El sonido de las botas de mis hermanos y los piratas era tan atronador y nos impedían oír la batalla que se desarrollaba por las calles, aunque me pareció oír otro cuerno en la lejanía.

Off: Los Hermanos Juramentados, lod Dragones de las Arenas, Javi y Marcus estan como ausentes de la batalla. El resto de tropas disponibles son:
-Bando de Javi: 30 piratas
-Bando de Marcus: 39 inquisidores novatos y 25 aldeanos equipados con horcas y guadañas.
El cuerno es un pequeño ejercito feudal compuesto por 10 caballeros y 60 aldeanos. Llegaran en el próximo post de Marcus y atacaran al siguiente.

"-Al suelo!-gritó quien parecía ser el jefe de los inquisidores...estúpidos, el suelo es mi territorio.
Sin previo aviso golpeé el suelo con mis martillos, haciendolo retumbar y creando una brecha donde calleron algunos de los inquisidores que se habían salvado de mi anterior ataque.
-Querido Javier, yo tambien soy de Guardiadragones...¿Qué te parece si los oxidamos un poco?-
Cogí una esfera elemental de agua de tamaño grande, la cual lancé como si fuese una bomba, ésta impactó en el suelo y generó instantáneamente una ola que se expandió en área por las filas inquisitoriales.
-Los servidores de Mantus jugais sucio, ¿no?-
Lancé una esfera elemental pequeña de oscuridad, la cual se mezcló con el agua, haciendo que sus armaduras quedasen algo deterioradas.
Me acerqué hacia ellos, dispuesto a luchar cuerpo a cuerpo, y propiné a un soldado un golpe con mi martillo.
Su armadura se rayó y abolló hacia dentro, clavándose en sus entrañas, a demás, la fuerza del impacto le rompió los huesos y le hizo volar hacia atrás, chocando contra algunos de sus compañeros, y haciéndoles caer, puede que si tubiesen mala suerte sus huesos se partiesen por la caida o el propio metal oxidado jugase en su contra...
Hice girar mis martillos esperando al enemigo.

Mientras me acercaba al inquisidor me parecio oir a Ykeon, pero no le entendi nada con el ruido. Ambos contendientes teniamos espadas similares en tamaño. La mia era un alfanje, cuya empuñadura tenia grabado el relieve de un pulpo con diamantes como ojos. La suya era una espada media de doble filo en cuya hoja, justo encima de la empuñadura, tenia grabada una cruz roja. Su empuñadura era lisa, y ademas me parecio verle una bola de plomo incrustada en el pomo. Era extraño que un inquisidor portara ese arma teniendo en cuenta lo que les gustaba presumir, por lo que estos tios me intrigaban. Estando ya frente a frente procedimos a suludarnos. Yo golpee mi pecho con la mano que empuñaba la espada y el se la coloco frente a la cara e inclino la cabezaa. Solo entonces comenzamos el combate. Le deje empezar,ya que era el retado. Fue un golpe poderoso, pero lento. Lo esquive con facilidad y lance un golpe hacia su cuello. Sabia de sobra que no podia esquivarlo y su espada estaba demasiado lejos. Paro el golpe con el brazo, formandose una pequeña abolladura. Contraataco lanzando un tajo que hizo que retrocediese. Mi adversario se llevo la mano al cuello y tiro de una pequeña cuerda. Su armadura se cayo de su cuerpo, dejando visible una tunica de fraile. Cuando se quito el yelmo vi que tenia la capucha puesta. Desde luego eran unos inquisidores muy raros. Reanudamos el combate, ahora igualandome en velocidad y tecnica, teniendo ambos dificultades para parar los golpes. El cuerno de guerra volvio a sonar,anunciando la llegada de los refuerzos de la inquisicion. Decidido a acabar el combate antes de que nos rodearan, lleve mi espada lo mas atras que pude y con ese impulso lance un golpe destinado a desarmar a mi adversario, pero el tambien lanzo un golpe. El choque fue seguido de un sonido de hielo rompiendose, y las hojas de nuestras espadas cayeron al suelo hechas añicos mientras sus dueños contemplabamos las empuñaduras con sorpresa. Ninguno de los dos teniamos mas armas, asi que retrocedimos al tiempo que nuestros camaradas rompian el circulo y formaban detras nuestra
-Parece que es un empate- dije imponiendome al ruido de la batalla. Este asintio con la cabeza. Le habia llegado el turno a nuestros hombres, pero Mantus nos reservaba a todos otro destino. Una bola de fuego, seguramente proyectada desde una catapulta, atraveso una de las casas y aterrizo en medio de ambos grupos formando una  barrera de fuego.Era una oportunidad que no pensaba desaprovechar.
- Nos vamos de aqui con Ykeon. Vosotros cojer el barco y esperarnos en Trost. Despues iremos a Zhanthe le dije a un marinero que pasaba en ese momento. Junto con los Dragones cogimos a los prisioneros, entre los que se incluian cinco inquisidores blancos, y nos internamos en las calles hasta llegar al lugar que estaba marcado en mi cabeza. Parecia una pared, pero podia plegarla como si fuera una lona. Alli habia una portal y un hombre.

-Saludos,Cladicus- le salude mientras mis hombres,yo y cerca de treinta prisioneros cruzabamos el

La bola de fuego impacto en medio de la plaza y junto con partes de la casa que atraveso partio la plaza en dos con fuego. Era imposible ir tras ellos, asi que nos apresuramos a unirnos a nuestros hermanos en las calles laterales.Tuve que cojer una espada de uno de los muertos y eso no me gustaba. Los piratas luchaban bien, eran capaces de enfrentarse de igual a igual con los iniciados, pero no eran rivales para los Juramentados. Fuimos avanzando calle por calle, cazándolos, aunque algunos consiguieron subirse a algún bote y huir.Cada vez nos separábamos en grupos mas pequeños hasta que acabe solo. Me interne por un callejón que parecía vació, pero tenia la sensación de que no era asi. Y tenia razon. Un pirata intentaba ocultarse en el portal de una de las casas, pero era muy fuerte y no consiguio abrirla. Saco la espada, que manejaba con habilidad y chuleria, y se enfrento a mi. De un solo golpe hice saltar la espada de su mano y tirarle al suelo. Con la ayuda de una Hermana Juramentada, le arrastre hasta la plaza. Alli ya se encontraban lo que quedaba de mis hombres reunidos,los aldeanos y el ejercito de refuerzo.

-Bien, alma descarriada- comencé en un tono suave como el de un elfo.-Vas a contarnos a donde se dirigen tus compañeros de fechorías

-¡NO!

-De acuerdo-dije mientras sacaba un pequeño frasco con oleo y empezaba a echármelo en las manos. Una vez bien empapadas, empece a lavarle los pies.

-¿Que estas haciendo!

-Prepárate para tu encuentro con Dios libre de pecados

-¡Para!¡Vale!¿Si te digo lo que se me dejaras ir?

-La Santa Inquisicion te perdonara tus delitos. Lo juro por Dios.

-Vale. El barco se dirige a Trost, pero su destino final es Zhanthe. Allí íbamos a reunirnos con alguien importante. No se quien es, pero el Capitán estaba emocionado.

-Muchas gracias, soltadle- ordene a mis hombres. Cuando vi a la multitud acercarse, saque la espada y alce la voz.-¡Karannes! La Inquisicion ha perdonado a este hombre y por lo tanto mientras haya un inquisidor en el pueblo tendra la misma proteccion que teneis vosotros.

Mientras que la mayoria de la gente gritaba y nos amenazaba vi que un hombre mayor sacudía la cabeza mientras sonreía. Debía ser muy importante, por que apenas alzo los brazos y los gritos comenzaron a apagarse.

-¿Que pasara cuando se vayan ustedes?

-Tardaremos al menos dos dias en enviar otra guarnición de Inquisidores, asi que tendremos que nombrar un juez y varios guardias temporales. Obviamente, ninguno de estos formara parte de la Inquisición, quedando libre de sus juramentos.

La gente, incluido el pirata, al fin entendieron el significado de mis palabras. Tras nombrar juez al anciano y cinco guardias partimos hacia nuestro barco. Según nos alejamos del pueblo volví la vista atrás para ver que en la plaza habían hecho una nueva pira y la estaban usando. Odiaba esos métodos, pero en este caso no sentía mucha lastima por el condenado, pues estaba mas que seguro de que era culpable y se lo merecía.  Cuando volviera a la Academia enviaría a miembros de la Orden al pueblo para asegurarme de que no se cometieran mas atrocidades e el. Reanudamos la marcha y comencé una plegaria por los caídos que, uno a uno, fueron secundando mis hermanos.

Javier y los inquisidores pelearon hasta que uno de ellos quedó vencedor o empataron...la verdad es que no me interesaba mucho el tema.
Solo se que todo terminó, y Javier se vino conmigo al callejón donde estaba Caudicus.
"-Saludos Cladicus"
Reí para mis adentros, y mi compañero miró al pirata:
-Disculpe señor, pero es Caudicus y no...Cladicus-
Camuflé una risa tosiendo:
-Bueno, creo que nos tenemos que ir. Caudicus, desmonta el tinglado.
Levantó una mano al cielo, y la lona voló a su mano. Nos hizo un ademán con la mano, y desaparecimos por el portal, rumbo a los Volcanes.