«Artemis, un aviso, Raud tiene un código de honor, asegurate de no atentar ante ningún inocente»
«Raud, amigo, dale un poco de espacio, es un asesino sin código. Pero os llevaréis bien, está destinado a grandes cosas y su espada también es algo especial. Dicho esto, vuestro objetivo lo teneis en una hoja de papel que está en tu bolsillo derecho»

En la carta, rezaba:
"Me gustaría que buscaseis a un elfo llamado Rocuv, es bastante particular. Son recomendaciones expresas de mi Maestro Tahros, a quien no conviene enfadar, podría hacer desaparecer "Fuerte Lanzanegra" de un pestañeo. Cuidado con ese Rocuv. Os adjunto aquí una página del periódico donde se habla de sus hazañas"

Ambos llegaron a una colina algo alejada de la escuela, en su base había una pequeña aldea elfica dedicada al pastoreo y la herbología, el medio día se cernía sobre ellos y no es que fueran dos tipos de personas demasiado habituales por allí. El nórdico no tenía demasiada intención de hacer gran cosa en la aldea así que no dijo nada y empezó a bajar.

- ¿Sangre? -.

Escuchó en su cabeza, el ojo demoniaco de su espada no dejaba de mirar a Artemis o al menos eso parecía porque le seguía allá donde iba. La única palabra que salió de la boca de Raud en ese momento fue:

- Quizás -.

El guerrero continuó su camino a sabiendas de que tras él iba su compañero, le molestaba tener a un guerrero sin honor a su lado pero de los siervos del Dios pocos había honrados y pocos menos que fueran más de unos graciosos con gusto por la sangre. No tardaron mucho en llegar a la aldea donde lo primero que se les cruzó fue un niño elfo que les miró con curiosidad, en la espalda de Raud ya solo podía ver un espadón normal pues había transformado a Pesadilla Infernal en Soñadora, pero no quitaba que fueran humanos en tierras de elfos. cuando el niño se fue el nórdico se detuvo, soltó un suspiro y dijo:

- No quiero sangre, aquí no hay rivales... busquemos información ¿De acuerdo? -.

No tenía intención de continuar hasta escuchar la respuesta de Artemis y confiaba que fuera la esperada.

Raud sonrió ante la idea de su compañero pero este no le vio hacerlo, entraron en la aldea sin mirar a nadie, por el aura del lugar la espada se convirtió en una más delgada y blanca con motivos azules. Al llegar al centro de la aldea el nórdico echo un vistazo y vislumbro las casas y los talleres artesanales del lugar, todos los elfos y elfas estaban trabajando por la prosperidad de su hogar. Tras mirarlo todo un par de veces se giró a Artemis y le dijo:

- No voy a sacrificar en vano un pueblo porque si, si por un casual ese Rocuv lanzara un ataque muchos hombres y mujeres fallecerían, y la verdad, es una táctica que solo es útil a la hora de un asedio en recesión, además, no hemos venido a matarlo, solo a por información, incluso puede que lo conozca de haberlo visto en Lanzanegra, en cuyo caso hasta habremos compartido cervezas juntos, si hemos de pelear que sea lo más igualado posible... continuemos -.

Caminaron hasta la posada donde un elfo curiosamente entrado en carnes les saludo con la cabeza, Raud hizo lo mismo, se sentó en la barra y el tabernero dijo:

- ¿Que desean? -.

El nórdico puso cinco monedas de oro en la barra y respondió:

- Pongame una pinta de tu cerveza más fuerte y a mi compañero lo que desee -.

El elfo se retiró a la trastienda y apareció una joven elfa, de apariencia a una niña de unos ocho años, rubia y con unas orejas muy picudas, esta se acercó a Raud con cuidado y se metió tras la barra, apenas de veían aparecer los picos de las orejas por encima de la madera, entonces apareció un plato de frutos secos y ella hizo una reverencia y se retiró. Una pequeña sonrisa salió de la boca del guerrero que comenzó a comer, tendiéndole a Artemis para que también tomara algo, en el viaje apenas habían comido algo en buen estado que no fueran bayas de los arbustos de la región.

Tras una jornada de papeleo que ya entraba dentro de mi rutina diaria, mi transformación y nuevo estatus producían un revuelo considerable, teniendo en cuenta que no había hecho tanto, al menos a mi parecer.
Los demás lo veían de esta forma: un humano salvó a una escuela humana y la mismísima Diosa lo transformó en elfo, dotándole de un honor comparable para una raza inferior con la consagración en archimago y había aparecido en el diario élfico, con la misma importancia que la de la muerte de Shëwe. Para muchos, era "el nuevo archimago en funciones".

Pero eso no me quitaba de tener mi propio descanso, si embravecían al viento, las consecuencias serían fatales...

Entré en una de las pocas posadas que aceptaban humanos en su clientela, donde tenía un relación de amistad con el tabernero.
Al abrir la puerta y reconocerme, el ambiente varió ligeramente, una brisa agradable y continua pareció colarse en la sala, vigorizando a los que allí estaban.
No tuve siquiera que hablar, ví como giraban sus cabezas y sus ojos se abrían para aplaudirme entre algunos vitores.
Hice una reverencia, agradeciendo el calor de las gentes. Es algo que me agrada, pero no soy muy egocéntrico, y no quería tener recuerdos así en mi mente para cuando me transformase, no quería quedar recluido en la forma de un vendaval.
Me acerqué a la barra donde dije:
-Lo de siempre, Ben-Así se llamaba el camarero, un elfo con nombre de humano, una de las pocas familias que le agradaba la que fue mi antigua raza.
Me saludó e hizo una corta reverencia mientras me servía un licor no muy fuerte con estractos vegetales, presentaba un color verdoso y olía más a eucalipto que a alcohol.
Puso la jarra en la barra y añadió:
-A esta invito yo, creo que mis clientes me agujerearán con la mirada si le cobro la bebida al héroe del momento.-sonreí, dando un agradecimiento:-Y bueno, cómo llevas lo de ser elfo? no creía que te vería más por aquí.
Le señalé con un dedo mientras decía:
-No vuelvas a decir eso, siempre tendré tiempo para la posada que fue mi casa durante tantos años. ¿Y como lo llevo?...pues algo de ajetreo por el tema de papeleo y tal y luego, veo las cosas de una manera diferente, noto como si tuviese todo el tiempo del mundo, pero mi mente humana acelera más las cosas, con lo cual la magia del viento me vigoriza...-hice una pausa y alcé las cejas:-Oigo mejor-compuse una sonrisa y Ben rió conmigo.
-Un placer tenerte de vuelta, amigo.