Hacia pocas horas que la ciudad habia sido liberada de las hordas herejes y los sonidos de la victoria recorrian toda la ciudad. Gritos de jubilo,canciones de hermanda,peleas tabernarias. Todos los soldados de Ereaten y la Inquisición celebraban esa rotunda victoria. Bueno,todos no. La seccion de la ciudad cedida a la Orden de San Telmo permanecia en un silencio sepulcral. Su lider se debatia entre la vida y la muerte. Titus,llamado El Grande. Querido y odiado,temido,admirado y fiel devoto de la Verdadera Fe. Cuando entre a verle aquella noche esperaba que ya estuviera levantado,firme como si no hubiera pasado nada. En cambio lo que encontre fue al medico recogiendo sus cosas. Habia hecho todo lo que habia podido y ahora estaba literalmente en manos de Dios. La imagen que vi cuando me acerque a su cama me hizo pensar que Dios no le ayudaria esta vez. Estaba completamente palido,sus labios estaban negros y sus ojos parecian no ver nada. Estaba mas muerto que vivo. Con pesar,comence a aplicarle los ultimos sacramentos,escapandose alguna lagrima de mis ojos de vez en cuando. Titus habia sido mi guia en los tiempos oscuros.

 Mi fiel consejero,mi fiel martillo......mi fiel amigo. El mundo aun necesitaba de su fortalez y determinacion. Si alguien podia liderar a los Ejercitos de la Luz hacia la victoria contra herejes y demonis era el. Porque Marcus Caesar era tambien un buen estratega,pero su compromiso con la causa se veia lastrada por las reglas y creencias morales que la Orden de San Yago practicaba y predicaba. No,era Titus el verdadero Defensor de la Fe. Terminados los santos sacramentos me dirigi a la puerta para irme. En ella me pare para dar un ultimo vistazo Titus.San Titus seguramente a partir del dia siguiente. Su orden seria nombrada a tal efecto,puesto que consideraba que los hechos de San Telmo eran muy lejanos y borrosos comparados con los de este gran rey.Su tos me indico que seguia luchando. Sin mas,sali a la calle donde varios soldados descansaban y estaban atentos a todos los movimientos de la casa donde estaba su comandante. Golpee el suelo para que los pocos que dormian se despertasen.

-¡Titus El Grande ha sido vilmente envenenado por un hereje!¡La Divina Providencia ha querido que el mismo matara a su asesino,pero aquel que le proporciono el veneno sigue vivo!-grite,avivando la rabia de los soldados y milicianos cercanos-¡Titus no puede hacer ese trabajo,ya no!¡Pero vosotros si!¡Sois la Orden de San Telmo,el Legado del TItan!¡Buscadlo!¡Buscadlo y que pague por lo que ha hecho mil veces!

Mis palabras tuvieron el efecto deseado,pues todos los presentes alzaron sus armas mientras gritaban y se dispersaron por distintas calles. Floristas,curanderos y medicos serian sus principales sospechosos. Darian con el o ella mas pronto que tarde. Yo por lo prontome dirigi de nuevo al palacio de la ciudad. Alli haba montado una pequeña capilla,donde estaria toda la noche rezando por el alma de aquel que un dia,cuando aun no tenia fe,salvo mi vida y mi alma.

Dolor. Solo sentia dolor. El maldito adorador de demonios habia logrado con sus sucias artes lo que ningun otro brujo o guerrero honorable:me habia matado. No se habia atrevido a luchar de forma justa,algo propio de un hombre corrompido. Por eso no habia que tener prejuicios al tratar con esas alimañas. Habia que buscarlos,habia que encontrarlos y habia que quemarlos. Sin dudar. Dios ya haria la criba en el cielo.

Sentia el veneno avanzar por mi cuerpo,atrofiandolo,corrompiendolo,devorandolo. Pero no me rendia. Yo era Titus El Grande,el Terror de los Herejes. Yo llevaria la Luz del Señor a los confines del mundo y traeria la Era de la Contemplación. La direccion militar de la Santa Inquisicion no podia quedar en otras manos. El resto de ordenes y maestres eran debiles y semiherejes. Ninguno se libraba de alguno de estos calificativos. No,solo el Papa y yo podiamos hacerlo.

Mas dolor,esta vez mas intenso, me hizo toser. Las fuerzas definitivamente me abandonaban. Estaba perdido,el mundo estaba perdido. Estaba preparado para dar mi ultimo suspiro cuando una voz resono en mi cabeza. El veneno huyo de las palabras y las fuerzas empezaron a volver. No,era imposible. Alguien me habia salvado y no era un curandero. Debia ser un brujo,un brujo que queria corromper mi alma inmortal. Pues habia cometido un error,por que mi martillo descansaba al lado de la cama,a la altura de mis brazos. Una martillo que con fuerzas podia utilizar. Me levante todo lo rapido que pude mientras la recogia.

-¡En el Nombre de Dios yo te......!-empece mientras alzaba el martillo,dispuesto a dejarlo caer sobre el brujo,pero no lo hice.

Era un hombre,con barba blanca inmaculada. Nada extraño en un anciano eretiano,salvo por que brillaba con luz propia y el Santo Libro solo describia ese suceso en una situacion: La aparicion de Nuestro Señor. Deje caer la martillo y me arrodille apoyandome en el. Tenia la cabeza baja,por respeto y por verguenza.

-Perdoname,padre, por que no sabia lo que hacia. No vi la luz en este mar de oscuridad.

El Gran Padre me concedio su perdon,algo que para mi era mas que necesario. Cuando se marcho me volvi a poner de pie y alce el martillo por encima de mi cabeza.

-El enemigo temblara a nuestro paso,los infieles se arrodillaran ante tu santa luz y los herejes arderan en santas piras purificadoras

Dios me habia encomendado una mision. Algunos iletrados o faltos de fe podrian haber perdido esa parte de su monologo. Isabella,el Papa y yo eramos los elegidos para purificar la tierra. Debiamos limpiarla y me habia dado los objetivos a destruir. Los conocia todos. La Torre del Valle de los Lobos,cuya ubicacion aun era desconocida. El Bosque Dorado,que se levantaba en el corazon del Reino Elfico. La Escuela del Lago de la Luna,que recientemente habia recibido una visita de la Reina y la Inquisicion. Y finalmente el Concilio,cuyas playas ya se habian teñido de rojo varias veces con la sangre de los martires. Pero no habia sido todo. Tambien habia que vigilar a los traidores que rodeaban a la reina. Solo se me ocurria un nombre:Marcus Caesar y su condenada Orden de San Yago. Si antes sospechaba que sus intenciones eran oscuras,ahora lo sabia con seguridad. Cargue con el martillo sobre mi hombro y sali a la calle,desde donde se escuchaban los sonidos del saqueo. Sonrei al pensar que era un buen modo de castigar a los sureños por sus blasfemias y arrogancia mientras la Reina no permitiera otra cosa. A paso lento,pero seguro, me dirigi hacia el palacio,haciendo que algunos de mis hombres al verme se quedaran petrificados.