Fuimos a los pasadizos de la Cueva donde cerca de Aressher había. La arrastré a las afueras de Aressher y me detuve en un agujero del tamaño de un perro. Miré alos alrededores y le dije a Kestra que se agachara y pasara. Ella obedeció para mi asombro. Entré detrás de ella y le di la mano siguiendo adelante y girando varias veces a la derecha y a la izquierda, alternando en cada dos esquinas llegamos a un callejón de pronto y en la esquina vi otro agujero del mismo tamaño que el anterior pero este marcado por encima con un arco y una glecha echa de sangre. En una sola mirada hice que Kestra pasara y a continuación pasé yo. Habíamos llegamos a mi escondrijo. Un hueco de unos 40 metros cuadrados donde había una cama echa con plumas de animales cosidas a un monton de mantas y sábanas y una almohada robada de un noble. Había también un escritorio de madera de roble junto a una silla de madera de pino. En verdad no sabía cómo había estado aquí ya que este sitio lo había encontrado un par de años atrás. También había un armario donde yo guardaba mi ropa y mis armas y unos cuantos pergaminos vacios encima de la silla para escribir un diario o incluso cartas. La había llevado allí por motivos muy simples. No deseaba que nadie nos viera, tenía que contarle varias cosas y que esperaba que ella supiera esto para que pudiera venir cuando lo desease ella aunque yo no estuviera.
Me acerqué a ella scon dulzura y me quité la capucha y con la mascara que tenia bajada hice lo mismo. Me sacudí el pelo y noté como me llegaba hasta los hombros me quité el carcaj y el arco y lo tiré todo al suelo. Suspiré algo aliviada de que por fin nadie pueda verme y empecé a quitarme las dagas con sus correspondientes fundas. Habían quince en total. Al terminar me acerqué con mucho cuidado hacia mi maga y le cogí de la cintura y le besé el cuello varias veces y la junté hacia mi.
- Kestra, te quiero a más no poder.
Le metí las manos debajo de la camisa negra que llevaba y le empecé a besar por la cara lentamente. La electricidad entre nosotras saltaba. Me sentía bien cerca a ella. Y no quería separarme. No podía dejarla sola. Sabía que pronto tendría que volver a ir al Ejército. Había prometido sumisión y obediencia al Maestro Yandrack. Si, él me entrenaría pero no aquí. Iba a pasar mucho tiempo hasta que volviera a ver a Kestra y no podía permitir que todo esto saliera mal. Paré un momento a pensar pero despues me volví a juntar a ella. Estaba rara y quizá Kestra lo notase pero no podía hacer nada.

Kestra se dio cuenta de que Sui quería enseñarla algo importante por lo que la siguió sin preguntar, ni poner escusas cuando le dijo que se metiera por un agujero bastante pequeño. Al cabo de unos minutos llegaron a un lugar bastante amplio, tenía muebles, sin contar el hecho de que era una cueva, aquello parecía una casa en toda regla.

Sui se quitó la capucha y la mascara, e hizo lo mismo con todas aquellas armas que llevaba siempre encima. Kestra la observó atentamente. Debería quitarse todo eso más a menudo. Pensó con una sonrisa. Tras eso Sui se acercó a ella y la besó el cuello, Kestra no se lo impidió.

-Kestra, te quiero a más no poder -Kestra nunca se hartaría de escuchar aquellas palabras. Sui volvió a besarla, pero esta vez no solo fue eso, también le metió la mano por debajo de la camisa. Kestra reprimió un grito de sorpresa. Se dejo acariciar por ella, simplemente respondía a sus besos, no sabía que más hacer.

Tras unos minutos decidió separarse de ella, aquel comportamiento no era normal en Sui.

-Sui -dijo mientras poco a poco su respiración volvía a su ritmo normal-. ¿Qué te pasa? -le faltaba el aire. No entendía porque, simplemente habían sido unos besos. Ya se habían besado antes, y no le había pasado aquello. Bueno... Quizás sea porque si no llega a ser por que me separo de ella... Esto hubiese sido mucho más que unos simples besos... Enrojeció solo de pensarlo. No quería que Sui la viera así y pensara que era una cría, así que bajo la mirada.

Ella se había dado cuenta. Era lo que más temía. No quería que esto pasase así. Me daba miedo decirselo porque simplemente sabía que ella podía ir junto a mi y entonces yo no podría soportar ver como mi adorada Kestra se ponía en peligro cada día que estaba allí. Me alejé de ella y me senté en la cama y me tapé la cara con las manos un momento. Esto iba a ser difícil. ¿Cómo se lo iba a contar? ¿Cómo le podía contar que quiza me fuera y nunca volviese? Las lágrimas llenaban mis ojos por segunda vez en este día aunque esta vez era de miedo y tristeza. Quizá nunca la viera más y nunca sabré como se siente al ser querida y poder demostrar lo que sientes de verdad. Abrí la boca para hablar pero no pude emitir ninguna palabra. Me di la vuelta poniéndome en contra de ella para que no viera mis lágrimas y me abracé a mí misma sin saber que podía hacer. Bajé la cabeza y me mordí el labio inferior mientrasmis manos me acariciaban los brazos por puro nerviosismo y volví a abrir la boca aunque esta vez mi podía hablar... o eso parecía.

- Kestra, el motivo por el que he estado semanas fuera era... era porque me he alistado al Ejército del Crepúsculo - suspiré y me dejé de acariciarlos brazos y cerré los ojos. - Yandrack, un híbrido de dragón y humano, es el líder de este. Aun así no quiero que vengas conmigo. Ese no es tu sitio. Tan solo esperame. No te prometo que volveré pero intentaré no morir. Al menos de momento.

Kestra había dado en el clavo, algo ocurría. Algo malo. Pensó al ver como Sui se alejaba de ella. ¡Tenía que arruinar el momento! ¿Por que no podía quedarme callada? Miró a Sui con culpabilidad, no sabía que ocurría, pero había mencionado un tema delicado y ahora Sui estaba triste por su culpa...

Sui le dio la espalda. Todo esto es culpa mía... Se levantó para sentarse a su lado, quería abrazarla, pedirle disculpas y decirle que todo estaba bien, pero se quedó parada a mitad de camino. "...era porque me he alistado al Ejército del Crepúsculo..." aquellas palabras cayeron sobre ella como un jarro de agua fría. Palideció, no sabía que decir.

"No te prometo que volveré pero intentaré no morir". Kestra palideció aun más, se apoyó en la pared para no caerse, se había mareado. No, no. ¡No! Esto es una pesadilla, una estúpida y cruel pesadilla. Una pesadilla, una pesadilla, nada más que una pesadilla... Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos descontroladamente, por mucho que se repitiera que aquello era una pesadilla sabía perfectamente que era real... Sui se marchaba, se marchaba al ejercito. El ejercito. Aquellas palabras resonaban en la cabeza de Kestra una y otra vez.

-Sui -logró susurrar por fin-. ¿Cu- cuándo? ¿Cuándo te-te vas? -sabía que la respuesta a aquella pregunta solo la haría más daño, pero quería saberlo. Necesitaba saberlo.

Tenía la respiración entrecortada, la cara cubierta de lágrimas y los ojos rojos, y apenas podía mantenerse en pie. Pero aquello le daba igual, lo peor era lo que no se veía. El dolor que sentía en el pecho. Se-se va. Crepúsculo. Sui. ¿Yandrack? Ni siquiera podía aclarar sus ideas, toda aquella información aparecía de repente en su cabeza, no podía pensar con claridad.

Lo único que tenía claro era que quería llorar y que su mundo se había derrumbado por completo.

Salí corriendo hacia Kestra en cuanto vi que parecía mareada. Creo que era normal sin embargo no pude evitar preocuparme por ella. A mi también me dolia muchísimo no poder verla no obstante no actué como algo desperado ahora mismo. Sujeté a mi maga por la cintura y la miré fijamente a los ojos.Aún estaba llorando y mis ojos, ya rojos le sonrienron a Kestra igual que mi dulce cara. A pesar de tan mala noticia tambien había una buena. Le cogí de la barbilla y le besé por unos instantes.

- Kestra, tranquila. Ya estoy alistada pero no me encuentro preparada para ir allí. Aún tengo que dominar el arte de la dagas. Y, curiosamente entrenare en la Fortaleza. - le di un beso en la mejilla.- Tranquila mi pequeña maga. Aún si me voy siempre voy a estar protegiéndote. Sea aquí, en la Fortaleza o el ejército. - La cogí de los hombros y luego de la cabeza. - Siempre es siempre y, aunqje no sepa hacer magia intentaré estar siempre junto a ti. - le cogí una de sus preciosas manos y se la coloqué en mi corazón y latía fuerte. - Porque mi corazón siempre será tuyo y de nadie más.

La miré de nuevo y le besé con ternura fundiéndome en sus suaves y deliciosos labios. Cerré los ojos para poder beber de su néctar.

"Yo te amo Kestra y siempre te amaré. Haga lo que haga tu eres mi corazón y sin él no puedo vivir"

Kestra se dejó abrazar por Sui, quería enfadarse con ella por no habérselo dicho antes, pero no tenía fuerzas ni ganas. Solo quería llorar, nada más. La única persona que tenía en el mundo iba a marcharse, quizás para siempre.

Ni los besos, ni las palabras de Sui podían animarla. Si, quizás tuviera más tiempo con Sui del que pensaba, pero se marcharía de todas formas.

Sui volvió a besarla, Kestra no se separó de ella, no quería hacerlo. Pero en verdad tampoco quería que Sui la besara, estaba dolida. Sus sentimientos eran contradictorios y ella no tenía ánimos para aclararse, así que simplemente se dejo. Pero mientras Sui la besaba, Kestra pensó que quería saber en que narices estaba pensando Sui o si estaba pensando siquiera, por lo que sin darle muchas vueltas, ni pensar en las catastróficas consecuencias que aquello podía tener, se concentró y conectó con la mente de Sui, esta estaba a milímetros de ella, por lo que no le fue muy complicado.

"Yo te amo Kestra y siempre te amaré. Haga lo que haga tu eres mi corazón y sin él no puedo vivir." Aquellas palabras aparecieron en su mente nada más conectar con la de Sui. Sui ya le había dicho aquello antes de besarla, con otras palabras, pero Kestra no había hecho caso, estaba dolida y todo lo que Sui le estaba diciendo carecía de importancia, ni siquiera estaba convencida de que todo aquello lo dijera de corazón. Pero al ser aquello lo único en lo que estaba pensando Sui, a Kestra le quedó claro que si que era de corazón.

Se separó de Sui para mirarla a los ojos, esta la miró sorprendida, pero Kestra no veía la necesidad de explicárselo. Simplemente la abrazó... y lloró, quizás de tristeza, quizás de felicidad, o quizás de las dos cosas, no lo sabía, simplemente sabía que quería llorar.

-Sui... Por favor -dijo Kestra sin dejar de abrazarla-. Piénsatelo... Por favor -el llanto de Kestra aumentó, ya se imaginaba a la respuesta de Sui y sabía que no la iba a gustar.

Me sentía muy culpable al ver a Kestra llorar tanto. Sabía que le iba a doler pero hasta que vi sus lágrimas y a ella intentandome convencer para que me quedara vi sus verdaderos sentimientos hacia mí. Ella me quería de verdad a oesar de las tonterías que hice. Y lo único que podía hacer es hablar con el Maestro Yandrack que dejar el ejército. Abracé lo más fuerte a Kestra que pude y dejé que apoyara su cabeza en mi hombro.
- Hey, hey, tranquila. Puedo irme de allí. Hablaré con Yandrack para que pueda irme si así estás mucho más tranquila. De todas formas, estaré bien. ¿Vale? Escucha mis palabras y deja de ensuciar esa cara tan hermosa que tienes y cura esos preciosos ojos.
Le cogí de la cabeza y la puse frente a mí y le sonreí levemente para mostrar que todo estaba bien. La llevé a mi cama y la senté alli. Le empecé a acariciar el pelo y le besé el lóbulo de la oreja con mucha suavidad y me acerqué a ella todo lo que pude.
- No pienses en eso. Solo escucha mis palabras. Cierra esos dulces ojos y disfruta. - le susurré al oído
Le empecé a besar el cuello y me senté encima de ella. Poco a poco mi respiración empezó a dificultarse pero paré al segundo. ¿Me había vuelto loca? Esto no estaba bien pero no podía soportar hacerlo.

Kestra sintió un gran alivio al escuchar a Sui. ¡Va ha quedarse! ¡Por mi! La abrazó aun más fuerte, justo antes de que ella se separara para mirarla a los ojos. La sonrió con dulzura cuando acabó de hablar, jamás se hartaría de escuchar aquellas cosas de Sui.

Se dejó guiar hasta la cama. Suspiró cuando Sui la besó. Estaba feliz, ya no iba a marcharse, todos los días podrían ser como aquel. Podría estar con Sui siempre que quisiera. Siempre...

Se puso nerviosa al escuchar las palabras de Sui. ¿Qué... ? No puedo pensar nada más, no sabía que hacer... Simplemente haz lo que te ha dicho... y ya esta. Eso iba a hacer, pero Sui paró. Kestra la miró sin entender.

-¿Qué... ? ¿Qué pasa? -le preguntó a Sui algo nerviosa. Estaba asustada, quizás hubiese hecho algo, algo que hubiese molestado a Sui-. Sui... yo... -no sabía que decirle. ¿Lo siento, sigamos? ¿Te has vuelto loca? Como le digas eso se va a reír en tú cara. Se sentía impotente. No entendía que había hecho y tenía miedo de que Sui se enfadara. Tragó saliva-. ¿Pasa algo?

Me llevé la mano a la cabeza y suspiré estaba muy confundida. Amaba a Kestra pero no podía dejar llevarme por lo que sentía. ¿Y si nos descubrían? ¿Qué pasaría con Kestra? Tenía miedo de que le ocurriera algo y era muy posible que todo esto solo fuera una ilusión. Sacudí la cabeza y me intenté levantar pero me tropecé y caí hacia Kestra y ambas quedamos acostadas en la cama mientras mis mejillas se encendía rápidamente y mi corazón latía rápidamente. Levanté la cabeza y puso los brazos al lado de mi maga y me quedé mirándola. Era preciosa. Debido al momento puse ambas piernas a su lado a la altura de su cadera y mi boca se encontró con la suya y notaba como rápidamente mi respiración se estaba cortando. Mi lengua empezó a juguetear con la suya y me separé un segundo para respirar bien volviendola a besar de nuevo. La temperatura de la habitación estaba subiendo y deseaba quitármelo todo entonces me vino una imagen a mi cabeza. Los Inquisitores asesinando a una elfa. No a cualquier elfa sino a mi Kestra. Mis movimientos seductores se convirtieron en unos movimientos descoordinados y rápidamente me aparté de ella yendo hacia el otro lado de la habitación. Estaba asustada si pero a su vez quería soltarme y dar mi amor.

- No. Podrían hacerte algo. La Inquisición aún está muy activa. Por eso me apunté al ejército. Tengo que protegerte.

Kestra se puso algo nerviosa cuando Sui cayó encima suya, pero pensaba que enseguida se levantaría, por lo que no le dio importancia. Pero Sui no tenía intención de hacerlo. Cuando la besó Kestra intentó tranquilizarse, sabía perfectamente que ocurriría a continuación.

Notó el pulso de Sui en su propio pecho, acelerándose al igual que el suyo propio. Pero de repente Sui se levantó y se alejó de ella. Kestra se incorporó aun con la respiración agitada y miró a Sui con preocupación. Palideció al escucharla.

-Sui... -no pudo decir más. Se le hizo un nudo en la garganta y los ojos volvieron a llenársele de lágrimas. Se limpió rápido la cara, furiosa. Respiró hondo, se levantó y miró a Sui, seria-. Si tantas ganas tienes de irte, vete. Yo no soy quien para impedírtelo -dijo con un tono más duro de lo que pretendía. A cada palabra que decía, el dolor que sentía en el pecho aumentaba. Claro que no quería que Sui se marchara, pero se había dado cuenta de que aquel era su deseo y no quería interponerse. Por mucho que fuera a sufrir cuando Sui se marchara, le parecía poco con tal de que Sui fuera feliz. Y si eso es lo que quiere, no seré yo quien se lo impida.

Volvió a respirar hondo. Se acercó a Sui y le dio un beso en la mejilla y después le sonrió con dulzura, no quería que pensara que estaba enfadada con ella. Y se dirigió hacia la salida.

No. Kestra estaba enfadada. Yo solo quería protegerla. No quería hacer más. En principio me había apuntado al ejército para conseguir poder. Poder para matar a quién mató a mis padres pero ahora mi vida había dado un drástico giro. Todo lo que esperaba desde hace muchos años se convirtieron en una necesidad de proteger a una pequeña elfa que me había cautivado. Ahora esa elfa se marchaba y quizá nunca la volvería a ver. Sin embargo... no podía dejar que me hicieran daño. Aunque ella ahora me odiara no podría en la vida dejar que nadie la tocase. Es cierto que ella era maga pero aún así un refuerzo nunca vendría mal.
Vi como Kestra se marchaba y me dejaba a solas en mi casa. Quise decir adiós pero las palabras no salían de mi boca. Sonreí con nostalgia mientras recordaba como Kes había utilizado ese hechizo para esquivar la flecha el día que nos conocimos. Se había puesto como un tomate de la ira que acumuló en un instante. Normalmente ese recuerdo me podía hacer reír pero esta vez no.
Me levanté y con varias piedras taponé la entrada así nadie podría verme. Tenía provisiones pero esta vez dudaba que se pudiera comer o beber.