Bajé las escaleras con calma, como siempre, en mi torre siempre había calma y silencio, y tal vez eso era lo que más apreciaba de ella, al terminar desemboqué en una gran sala circular y una cúpula de techo. A mi alrededor las paredes estaban llenas de runas y hechizos, protectores, de ocultación, de ataque, de iluminación y de temperatura, pero lo que más destacaba eran las runas de forma circular de todo tipo y color, el alfabeto rúnico explotado al máximo, avancé hasta un punto concreto de la sala, unas runas delimitaban la forma del portal y en el centro unas runas doradas que significaban¨Inicio¨, dentro del círculo no parecía ser roca sólida, parecía más bien líquida con un tono púrpura indefinido y reflejos constantes. Esta mañana le envié la señal telepática a Bianca para que fuese preparando el suyo, ya era mediodía y había pasado tiempo más que suficiente. Conmigo llevaba pociones, hechizos ya preparados, una piedra de energía que me recuperaría fuerzas de necesitarlas así como energía mágica, un reloj de bolsillo negro de agujas de oro y números de plata, mi espada propiamente encantad y más ases bajo mi traje además de haber escogido una armadura más resistente que la normal para un combate cuerpo a cuerpo y que también protegía en parte de ataques mágicos.

Toqué con ambas manos el portal y pronuncié:
- Abrete
La imagen que mostraba el portal se fue desvaneciendo hasta crear otra, un lugar pobremente iluminado y una muchacha al otro lado, el sótano de la torre. Lentamente atravesé el portal hasta situarme al otro lado, al terminar de pasar el portal se cerró aunque las runas seguían activas para ser reactivadas después. Con un poderoso hechizo codificador hice que el portal solo se reactivase a mi orden, tras eso lo oculté tras una poderosa ilusión, no quería dejar nada al azar.

- Buenas maga, espero que estés preparada - La saludé sin miramientos. Me sentía bien, incluso con un tanto de alegría, había burlado las defensas de Narshel y esos estúpidos magos que se hallaban en la torre, tras eso caminé hasta la puerta que se hallaba frente a mí cerrada a cal y canto con un hechizo, a mi orden esta se abrió sin el menor sonido, solo se veía oscuridad más allá, convoqué un fuego fauto para iluminar, solo desprendía luz pues su temperatura era de cero grados. Me interné en el largo corredor que llevaba a unas innumerables escaleras de caracol.
- Acompáñame - Le insté con voz fría a la maga

Con sus propios objetos y armas la maga también estaba preparada, me siguió por el largo corredor escaleras abajo. No sabía cuanto estuvimos bajando escaleras, entre tanto la maga me preguntó por si había ocultado nuestra presencia de alguna forma.
- No, no lo he hecho, por varias razones, el hechizo de detección no se extiende más allá del sótano, pero cualquiera que use un hechizo lo suficientemente poderoso para ocultar a un nigromante y a una maga consagrada ya sería detectado al instante por alguien, sobretodo si estas justo bajo la base de tu enemigo - Acabé con una media sonrisa maliciosa.

Continué bajando escaleras hasta que por fin llegamos a su final, no sabía a cuantos metros estábamos de la superficie pero esta parte de la escuela desprendía una impresionante cantidad de energía oscura.
- Al parecer tu querida escuela no es sólo luz y bondad - Comenté con tono burlón mientras avanzaba a través de aquél laberinto de interminables pasillos en todas direcciones con cientos de puertas, en algunas había objetos valiosos, otras contenían trampas y bestias que devoraban a los incautos, no había más luz que la de mi propio fuego fauto. Avanzaba con seguridad y sigilo, como si conociese aquellas mazmorras de vivir en ellas, sabía a donde iba.

Tardamos mucho en encontrar aquello que buscaba pero por fin lo alcancé. Una enorme sala se abría ante nosotros, bien iluminada con antorchas de fuego eterno, la sala era muy espaciosa, me recordaba a un salón de duelo, al fondo de la sala se hallaban dos círculos similares a los que vi en la mansión de las brumas con la estrella de seis puntas y, en su centro una mesa de piedra circular sustentada por un único pilar, en su centro una gran gema esférica de la que solo se veía la parte superior pues lo demás se hallaba incrustado dentro de la mesa, parecida al azabache de la que saltaban pequeños destellos de vez en cuando, o eso daba la impresión pues en verdad lo que hacía era tragar la luz proveniente de las antorchas. Sonreí, ya era mía, esta sería una de las claves en mi plan, me acerqué despacio hacia la mesa hasta situarme frente a esta, la observé y me quedé observándola, pensando cómo haría para extraerla de allí, no podía romper la mesa sin quitar los hechizos que la protegían, esto no sería problema de no tener una conexión tan compleja y arcana con el propio poder de la piedra.

Tras aquella charla con Rocuv (la primera que tenía desde hacía mucho tiempo), continué investigando en la Escuela del Bosque Dorado. Sin embargo, no pude hallar gran cosa. Al menos nada que me pudiera ayudar en mi tarea de infiltrarme en Aressher. Meditando, deduje que ni en los aposentos de Padre (los cuales se hallaban en la Escuela del Lago de la Luna, donde él estudió) ni en la biblioteca de la Escuela del Bosque Dorado, sólo me quedaba un único lugar que visitar: la Torre.

Después de prepararlo todo y despedirme de unos pocos, empleé el conjuro de teletransportación para materializarme frente a las puertas de la Torre, donde estudié y donde recogí el Bastón de Padre, hacía ya muchos años. Era la primera vez que pisaba la Torre como archimago. Me sentía nostálgico.

Entré por la puerta principal dispuesto a visitar a Narshel, mi antigua maestra, pero de camino a sus aposentos, ví algo extraño: una de las puertas que conducían a los sótanos estaba abierta. Conocía los interiores de la Torre como la palma de mi mano y aquella puerta siempre estaba cerrada. Mis sospechas se incrementaron al sentir como el Espíritu de la Oscuridad de mi bastón se retorcía como nunca antes lo había hecho desde...

No tenía tiempo de avisar a Narshel si lo que me temía era verdad. Armado con el Bastón de Padre y mucho valor, me adentré por aquella puerta, rumbo a las profundidades de la Torre.


Recorrí múltiples pasillos plagados de trampas que ya habían sido activadas. No había duda: alguien se había colado ahí sin permiso. Avanzando, avanzando, llegué a un arco de piedra. Al cruzarlo, me vi en una habitación de piedra en cuyo interior se encontraban dos individuos: un hombre ataviado en una túnica negra y una mujer de cabellos rojos como el fuego. El Espíritu de la Oscuridad de mi bastón volvió a retorcerse. Recordaba aquella sensación: el poder, la malicia... la presencia de un nigromante. Nunca olvidaré la primera vez que me vi las caras con Amy Lackless, tiempo atrás, en la Batalla de la Muralla. La mujer que lo acompañaba... juraría que era una maga consagrada. ¿Una alumna de Narshel quizás?

- ¿Qué estáis haciendo aquí? - les pregunté en tono serio

Agarré el bastón con fuerza, lamentando que mis temores se hubieran hecho realidad.

Examiné la piedra, al parecer el hechizo consistía en proteger la mesa que la portaba, puesto que los hechizos no podían incidir directamente sobre la piedra, tal vez fuese esa la clave... Sentí de pronto una presencia nueva en la sala, una presencia poderosa que sin duda no era oscura.
Me giré con calma hacia el que sabía sería un archimago y mis ojos no me traicionaron, aquel joven humano de túnica dorada y nerviosa mirada, con él portaba lo que seguramente sería un arma peligrosa con forma de bastón. No tardó en preguntarnos, exigiendo una respuesta, por nuestro motivo de estancia mientras agarraba con fuerza su bastón.
- No sabía que el Concilio aceptase crios entre sus filas - Me burlé mientras desenvainaba mi espada- Aunque claro, tal vez que necesites un bastón para apoyarte no sea muy propio de tu edad - Sonreí mientras movía las muñecas calentando las manos para el que seguro sería un combate interesante.
- ¿Qué modales son esos niño?, ¿nadie te ha enseñado que no puedes ir exigiendo las cosas? - Mi tono era burlón pero calmado - No temas, ya te enseño yo - Con una media sonrisa me agaché en un amago de reverencia haciendo que no se notase la formulación del hechizo, cuando me incorporé con calma, tres bolas en llamas se dirigían rápidamente y sin previo aviso hacia el archimago.

Después de que aquel nigromante se burlara de mi corta edad y del hecho de que tuviera que llevar un bastón, decidió atacarme con tres bolas de fuego que pude repeler fácilmente levantando una barrera mágica con mi bastón.

Hacía mucho tiempo desde mi última pelea y la verdad es que andaba algo oxidado. Pero aún así, no podía permitir que aquel nigromante saliera de aquí de rositas.

Sin perder un segundo, susurré a los espíritus de la luz y de la oscuridad de mi bastón, haciendo que las dos serpientes del báculo se desenroscaran y volvieran a enroscarse en cada uno de mis brazos, mientras que la perla plateada que antes sostenían se partía y se incrustaba en cada una de sus frentes. Era la primera vez que entraba en aquella fase siendo un archimago. Me sentía más poderoso que nunca, como si la mismísima Diosa hubiera bendecido aquella extraña y casi antinatural unión.


Acto seguido, llamas blancas y negras se alzaron en mis brazos para, acto seguido, abalanzarse sobre mi enemigo con una potencia propia de un archimago.

La mujer de rojo reaccionó antes de que lo hiciera aquel nigromante y levantó un conjuro de espejo con el que protegió a ambos, haciendo rebotar mi ataque. No se trataba de una amenaza significativa, ya que se trataba de mi propio ataque. Simplemente dejé que los Espíritus de la Luz y de la Oscuridad absorbieran el ataque y recuperara las fuerzas perdidas.

Lo que vino después fue lo más vil y rastrero que había visto en una servidora de la Diosa. Aquella mujer, al parecer, debía tratarse de una mentalista, pues haciendo gala de sus poderes, intentó hacerme ver que mi padre (la Diosa tenga en su gloria) se encontraba ahí con el fin  de hacerme bajar la guardia. No preví que alguien fuera a penetrar en mi mente, por lo que aquella mujer pudo acceder sin problemas. Lo que no sabía, es que cuando alguien se enfrenta a mí, se enfrenta a tres entes al mismo tiempo: yo, el Espíritu de la Luz, y el Espíritu de la Oscuridad. En cuanto caí en su engaño, los espíritus no tuvieron más que sacarme de aquella ilusión sin apenas esfuerzo, pues el poder de un mago consagrado no se puede comparar al de un Archimago del Concilio.

Dirigí una seria mirada a aquella mujer. Había tratado de atacarme donde más dolía:

- Acabas de cometer un serio error - le dije, con toda la autoridad que mi rango me proporcionaba

Acto seguido, susurré al espíritu de la Oscuridad y, acto seguido, pronuncié las palabras mágicas


Gracias a la gran cantidad de penumbras que había en la estancia y a la poca iluminación que ahí había, la ingente cantidad de sombras que proyectaban aquellos dos individuos se desplazó a tal velocidad que no pudieron evitar que les atraparan. Ahora, ambos individuos se hallaban encarcelados en el interior de sus propias sombras, incapaces de moverse o de pronunciar palabra alguna (lo que les impediría pronunciar las runas de ningún hechizo).

- Eres mentalista - le dije a la mujer telepáticamente después de alzar una barrera alrededor de mi mente y la de mis espíritus - así que se que puedes oírme y hablarme con la mente. Te lo volveré a repetir: ¿qué hacéis aquí?

A pesar de que mi jugada salió a la perfección y conseguí anular a mis adversarios (cosa que agradecí al lugar en el que nos encontrábamos; de no haber tantas penumbras, seguramente el hechizo no habría actuado tan rápido como para atraparlos), era consciente de que uno de ellos era un nigromante. Muy seguramente un miembro de la Necravia. No podía correr riesgos. De modo que preparé una llamarada de luz con mi brazo izquierdo y me puse en guardia, por si lograban escapar de alguna manera.

La sombra avanzó veloz hacia las figuras de Bianca y Ventus, la falta de iluminación de la sala jugó a su favor, la sombra los atrapó encerrándolos en sus propias sombras.
Mi risa resonó divertida y complacida por toda la sala, las sombras no habían atrapado más que mi ilusión, la había preparado nada más entrar el archimago, mientras hacía la falsa reverencia y ocultaba el rastro de la poderosa ilusión con unas tristes bolas de fuego en su dirección. Mi verdadero cuerpo se dejó ver en la otra punta de la sala, justo al fondo, sobre la mesa, levitando, cómo no, sabía que los archimagos tenían muchos trapos sucios para atacar a sus adversarios, y la experiencia me había enseñado a no tocar jamás suelo enemigo.

- ¿Atacando a un Nigromante con sombras niño? - Mi risa fue burlona, pero mi rostro se tornó pétreo al instante. Aquél archimago se creía muy poderoso en su estado gracias a que podía controlar la luz y las sombras por igual, pero no es lo único que sirve para pelear, si bien él poseía una gran ventaja en esa magia y podía aprovechar la iluminación carecía claramente de ciertas cualidades así como control sobre otras magias.

Con un rápido gesto mi velocidad aumentó de una forma increíble gracias a un hechizo temporal de velocidad así como reduje a la vez la velocidad de mi oponente. Con otro gesto rápido, casi inperceptíble para el ojo humano liberé a Bianca de su encierro del cual ella no podía salir pues no podía pronunciar hechizos propios, no era difícil superarla de estar fuera pero dentro es casi imposible.

- ¨Cúbreme maga¨ - Por medio de la telepatía, mi tono en su mente no sonó como una petición, era una orden pero si era lista sabría que yo siempre tenía una razón para todo y me ayudaría.
- ¿Qué hacemos? - Dije con voz inhumana - Robar - Señalé con la mano izquierda la mesa y la gema incrustada en ella, también se podía ver el resplandor verdoso claro de los hechizos de protección, en cambio con la derecha saqué de entre mis ropas un pequeño reloj de bolsillo de color negro y agujas de oro, los números y un segundero eran de plata, pero lo curioso es que el reloj carecía de mecanismo alguno de ajuste de hora, pero las agujas señalaban con claridad y exactitud la hora.

Con una voz fría e inhumana comencé un lento cántico- No puedes cortarlo ni encerrarlo, no puedes verlo ni tocarlo y aún así pasa a tu lado sin poder pararlo, de él no puedes huir y de mí tampoco , porque el tiempo no puede ser dominado, porque yo soy tiempo y soy ¡Indomable! - Mis ojos blancos estaban brillando cuando terminé el cántico.

Me lancé boca abajo hacia la mesa con una rapidez increíble que sumada a la poca distancia que me separaba de la mesa hizo que no hubiese tiempo para impedírmelo. Mientras que el archimago se hallaba desconcertado por la intrusión de Bianca en su mente había aprovechado para finalizar mi observación sobre la gema y la protección sobre la mesa que la portaba, averiguando así el único punto muerto del hechizo. Con un potente y grave tono pronuncié el hechizo que nada más tocar la gema con la palma de mi mano izquierda hizo estallar la mesa en mil pedazos desactivando los hechizos sobre esta.
Tras la nube de polvo que envolvía la zona del estallido se pudo ver durante un momento cómo una poderosa luz de la magia liberada salía disparada disparada en todas direcciones para un instante después ser tragada por la gema que se hallaba en mi mano con espirales que giraban en su interior.
- Admira Archimago, la obra de arte que los tuyos crearon y que ahora me pertenece - Mi voz conservaba su tono inhumano y mis ojos el brillo.

La energía me recorrió por completo haciéndome sentir más vivo que nunca, los siglos que había pasado encerrada la gema hicieron que se hallase totalmente cargada de energía culminando con la absorción de la magia usada por lo archimagos para encerrarla. La energía fluía con libertad por todo mi ser mientras caminaba con paso seguro hacia la posición del archimago y alzaba la otra mano en su dirección, sabía que podía tratar de usar el hechizo de luz que había preparado de antemano aunque si era inteligente sabría que la poca iluminación y mi estado actual harían que no resultase efectivo como ataque o defensa.

La violencia del hechizo con el que había estallado la mesa había desgarrado parcialmente mis ropajes dejando el pecho al descubierto, lo que hizo visible mi gruesa y potente armadura de color negro, en su centro se veía el símbolo de la casa de Ventus, una serpiente alada de plata enrollada en torno a un reloj de oro y una pequeña gema de color negro en su centro que rezumaba poder.
- Y ahora dime, ¿qué haces tú aquí Xehanorth? - Le pregunté haciéndole ver que pese a su poca edad yo estaba al tanto de su progresión como mago, era difícil ignorar la noticia del nombramiento de un Archimago.

Otra ilusión. Parecía mentira que habiendo pasado un año entero encerrado con Xerxes no hubiera aprendido nada sobre hechizos ilusorios. Aunque ahora que había levantado la barrera, aquel truco no volvería a funcionar.

El nigromante puntualizó que habían venido a la Torre a robar. Fuese lo que fuese, era poderoso, a juzgar por el potente destello de luz y magia que el mismo desató al ser liberado. Quise detenerlo con la llamarada que había preparado, pero por alguna razón su velocidad aumentó a la vez que la de mi ataque disminuyó. Eso sólo podía significar una cosa: magia temporal. De ser así, me había tocado enfrentarme a un enemigo altamente poderoso. Dijo mi nombre sin ninguna clase de miramiento, por lo que deduje que la Necravia ya estaba al tanto de mi nombramiento. Eso, si podría ser un problema.

Pero aquello no me amedrentó y volví a pensar en alguna forma de neutralizar al nigromante, quien había aprovechado el destello para liberar a la mujer de rojo. Todavía estaba enfadado con ella, pero muy a mi pesar admití que aquella mujer era el menor de mis problemas. De modo que sin perder ni un solo instante, ordené a las sombras del lugar que me rodearan a la par que se abalanzaban nuevamente contra mis enemigos, solo que esta vez apliqué un hechizo especial sobre las mismas:


Del brazo en el que se hallaba enroscada la serpiente negra comenzó a surgir una energía oscura, más propia de los magos oscuros que de los magos consagrados. Una magia de la cual la Diosa no era desconocedora, y que a pesar de todo me había permitido utilizar. Se trataba de un hechizo que había empleado tiempo atrás en mi pelea contra Alquamed: todo aquello que tocara la materia negra sería absorbido y enviado a una dimensión desconocida incluso para los expertos en magia chamánica.

Decidí emplear ese hechizo para atacar a los intrusos, al mismo tiempo que lo empleaba para defenderme. Una vez más, el entorno penumbroso jugó a mi favor, aumentando la velocidad de la materia. Si de verdad pensaba en utilizar su magia temporal para realentizarlo, dadas las circunstancias, tendría que gastar mucha más energía de la habitual, y por muy Nigromante que fuera, toda energía tiene su límite (agradecí entonces tener el Bastón de Padre). Con respecto a la chica estaba tranquilo: poco podía hacer contra mí ahora que había anulado sus trucos mentales. Aún así, he aprendido que contra estos dos enemigos debo estar preparado, por lo que tenía reservado unos cuantos ases en la manga... por si acaso

- ¿Nos vamos? Ya tienes lo que querías y no puedo soportar más ver esa túnica dorada. - Me preguntó Bianca.
El Archimago había preparado un hechizo al parece bastante peligroso, pese a todo se negaba a responder, bueno, tampoco precisaba de una respuesta, ya la conocía. Bianca lanzó unas flechas de la nada por lo que supuse no eran flechas corrientes, si no, no las lanzaría contra un archimago, luego de crear una barrera protectora para evitar al menos parte de la magia del archimago, lo cual aunque no lo reconocería jamás me suponía de mucha ayuda pues no sabía que podía hacer éste estando tan cerca de mí.
- PETRA
Sin usar la energía del Úramir para no gastarla,con mi propia energía invoqué un golem de piedra como segundo escudo, sabía que no era nada para un archimago, pero ese nada era lo que necesitaba para la siguiente maniobra.
- Yo te diré qué haces aquí ya que no respondes, Nada, no haces nada, y no ha servido de nada tu intervención Xehanorth, solo te informo que aquello que estoy robando te lo han ocultado tus propios maestros, tu señores del Concilio, esta obra de oscuridad que ahora se encuentra por fin en mi posesión la crearon Shewë y Anaë - Me jacté con una media sonrisa.

- No te preocupes, yo tampoco puedo ver a este malcriado y orgulloso Archimago, pero antes le dajaré un regalo, para que no me olvide - Dicho esto me introduje en la mente de Bianca, yo no era mentalista pero tras años de estudio y siendo nigromante había aprendido ciertos trucos. Tras pedirle permiso para entrar en su mente más poderosa que la mía en cuanto a doblegar a otros y que Bianca me lo concediese, uniendo mi poder mágico y de Nigromante con su mente superior y magia chamanica que hacía aun más eficaz la suya propia rompí las defensas improvisadas del orgulloso archimago que había elevado unas para Bianca, una maga consagrada.

- No puedes escapar del tiempo Xehanorth, Yo soy Ventus Geth, y a partir de ahora escucharás cada segundo que pase- Dije Mientras que levantaba mi reloj y las agujas de oro se movían señalizando el paso del tiempo -Tic, Tac, Tic, Tac.. No me olvides, me ha sabido a poco, tal vez otra vez será -Dije en su mente.
Por supuesto este efecto no duraría más que unas horas pero esto el Archimago no podía saberlo pues era un hechizo que yo mismo había creado, de todos modos seguro que iban a ser unas horas muy largas, porque escucharía en su cabeza el sonido del Tic, Tac a cada segundo que pasase.

- Adiós hechicero, tal vez nos volvamos a ver - Le dije al Archimago en voz alta mientras me situaba donde Bianca y efectuaba el Hechizo de Teletrasporte a un lugar donde el Archimago nunca podría llegar, a Aressher, al interior de la cueva, justo a la entrada de la fortaleza. Había usado la energía del Úramir pues teletransportame al otro extremo del planeta me habría sido agotador.

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El Último post (es decir, el post tras este) es para Xehanorth, Bianca y Yo nos encontramos en Aressher.

Conseguí jactarme de las flechas Bianca gracias a mis sombras, pero un Gólem de Piedra invocado por aquel nigromante se interponía nuevamente en mi camino. Deshacerme de él me resultó bastante sencillo, pero al hacerlo, no pude evitar ser alcanzado por un hechizo conjunto, con el que atravesaron mi barrera mental y me sometieron a escuchar cada segundo que pasaba.

Nuevamente, los espíritus de la Luz y de la Oscuridad me ayudaron a salir del trance antes de que me volviera loco. Desafortunadamente, tanto el nigromante como la mujer de rojo ya habían desaparecido con el objeto en cuestión: el Ulamir, un artefacto creado por Anaë'draÿl y su difunta esposa, Shewë, con propósitos que no alcanzaba a comprender.

Fuera lo que fuera, ese tal Ventus (quien me había revelado su nombre) estaba en posesión de ese artefacto, y eso nos ponía en peligro a todos. Sin perder un solo instante, me materialicé fuera del lugar, con el fin de informar al Concilio de lo ocurrido.